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Pastoral: Reflexión de nuestra Directora Belén Lancellotti sobre la Inmaculada Concepción

Queridos Pastorales: estamos viviendo la segunda semana de Adviento, y en ella se pone a la Virgen María en el centro de la atención. Mañana celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción y creemos que es una ocasión preciosa para reflexionar en torno a la Madre de Dios.

María, su Inmaculada Concepción y la Navidad. Hago una reflexión muy sencilla y personal. El Señor Jesús, obligado a subirse en una barca por la cantidad de gente que venía a escucharlo, narró la parábola del sembrador. Todos la conocemos. Un puñado de grano cayó a lo largo del camino, otro puñado en terreno pedregoso, otro entre abrojos y el último, en tierra buena y fértil.

Quiero comentarles que desde hace algunos años cada vez que en misa o en mi oración leo esta parábola, pienso en María como esa tierra buena y fértil. Jesús es el grano del cual nacen todos los frutos; la Vid sin la cual ningún sarmiento tiene vida (Jn. 15). Me pregunto: un grano tan perfecto, ¿en qué tierra buena y fértil creció? ¿Podía ser una que conservase pequeñas piedras o una plenamente labrada y preparada por Dios para recibirlo? Nunca me he hecho grandes problemas para adherir mi corazón al misterio de la Inmaculada Concepción.

Dios nos prepara y labra nuestro corazón constantemente para su llegada, ¿no es este el resumen de la historia de Israel y sus patriarcas y sus profetas? ¿no es esta la historia de tu vida y de tu vocación? ¿No lo percibes? Si una madre prepara la habitación de su hijo aún no nacido con un cuidado conmovedor: atenta a cada detalle, limpiando hasta la esquina más escondida, con cuánto mayor cuidado Dios omnipotente, creador de cielo y tierra, prepararía el vientre que daría a luz al Grano de la vida. La Inmaculada Concepción no es otra cosa sino Adviento de Dios.