Ir al contenido principal

Opinión: Criticar tiene sus Riesgos. Parte I

Cuando es inapropiada, amenaza los vínculos emocionales con los hijos.

Por Neva Milicic, psicóloga 

Uno de los efectos más perniciosos de la crítica, especialmente si es agresiva o en un momento o lugar poco propicio, es el generar una enorme distancia entre la persona que critica y el criticado y en ese sentido, amenaza los vínculos emocionales, lo que puede ser peligroso en las relaciones padres-hijos.

Josefina, de 13 años, se queja de las destructivas críticas de su mamá. "Me encuentra todo malo. Lo peor es cuando me critica delante de todos. En ese momento, siento que la odio y me dan más ganas de portarme mal".

Los adultos tienden a sobrevalorar los efectos positivos que, imaginan, tendrán sus críticas sobre el comportamiento de los niños y a subvalorar los efectos negativos que tiene sobre los vínculos afectivos y sobre el autoconcepto del hijo.

A todas las personas, el sentirse criticadas -por justas y verdaderas que las observaciones negativas sean- les produce un profundo malestar, mucha rabia y ganas de alejarse de quien critica.

Muchas veces la sensación que tienen los niños al ser criticados es de sentirse muy desvalorizados; no perciben el afán educativo o constructivo de los mensajes, sino que se sienten intimidados y humillados y con poca disposición a cambiar.

Tener en cuenta el estado emocional del niño cuando se lo critica, buscando que esté más receptivo, hace más probable que pueda procesar un mensaje que es difícil de aceptar porque implica reconocer que se ha cometido un error.

Si un niño está especialmente ofuscado por una mala nota, no sería el momento de utilizar el clásico: "Yo te lo había dicho; si no estudiaste, cómo pretendías que te fuera bien". Es más sabio esperar que el niño recupere la calma conectándose con su estado de ánimo a través de una respuesta empática, como por ejemplo, "tienes mucha rabia, porque no te fue como esperabas". Y preguntarle después: "¿qué crees que podrías hacer?". Lo que el niño descubra que es bueno para mejorar, será más eficiente que una larga filípica sobre lo que debería hacer.

Es muy importante tener claridad en lo que se quiere decir. A veces, los adultos, al criticar, están tan inundados por las emociones que vuelcan sobre los niños mensajes extremadamente negativos, dichos con una intensidad tal que pierden toda moderación.

En algunas ocasiones es prudente postergar la conversación sobre temas difíciles, hasta que ambos -el adulto y el niño- estén calmados.

Los mensajes desde la serenidad son más eficaces, porque son más claros y más adecuados a la capacidad de comprensión de los niños. Así también cuando el niño está tranquilo estará más predispuesto a pensar cómo mejorar.