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Opinión: ¿Es Usted un Padre Competitivo?


Por Neva Milicic, psicóloga

La mayoría de los padres quiere lo mejor para sus hijos, pero a veces, movidos por un afán excesivo de logro, cometen errores que pueden acarrear un deterioro en los vínculos afectivos o daños en la estructuración de la personalidad de los niños.

Hace unos meses, un amigo con gran sentido del humor me regaló un libro, cuyo título podría traducirse en "Cómo traumatizar a su hijo. Siete métodos probados para ayudarle a arruinar a su hijo en forma deliberada y con habilidad".

Este libro, que fue publicado por la editorial Knock Knock y que no tiene autor reconocido, está escrito desde la perspectiva del humor. Los autores buscan alertar acerca de cuáles son los métodos más dañinos en el proceso de socializar a los niños.

Una de las actitudes sugeridas para lograr el objetivo de arruinar la salud mental de los niños es convertirse en lo que se describe como "pusher parents". No logré una traducción exacta, pero podría entenderse como "padres que empujan". El contenido se refiere a padres que estimulan de manera implacable la competencia.

Cuidado, no se trata de los padres que estimulan a sus hijos y les dan oportunidades, sino de aquellos que los empujan a convertirse en súper estrellas, el primero del curso, o un nuevo Einstein.

Un horizonte que se conseguirá a través de la presión, a costa de que el niño pierda la alegría por lo que hace.

Por otra parte, la posibilidad de conseguir el trofeo que sus padres desean es baja, porque, por ejemplo, primero del curso hay uno solo y, por lo tanto, la posibilidad de frustrarse es alta.

Los padres con estas características suelen cambiar su rol parental por el de profesor o gerente de los talentos del hijo. Le exigen entrenar y rendir, sin importar si el niño tiene interés o energía para hacerlo.

Se caracterizan por una competitividad sin límites a través de la cual, muchas veces, buscan compensar logros que ellos no pudieron tener por falta de talentos, o lo que es más frecuente, de oportunidades.

Para los hijos, cargar con la decepción que significa no cumplir con las expectativas de los padres puede ser una mochila pesada de llevar.

Son niños que no alcanzan a disfrutar de sus logros, porque al conseguir lo que perseguían, ya tienen una nueva meta impuesta por delante.

Se trata de padres demandantes del éxito de sus hijos. Como suelen ser bastante perfeccionistas, pocas veces hacen sentir al niño relajado y contento con lo logrado.

La filosofía latente es simplista: el mundo se divide entre los ganadores y los perdedores. Ser un "perdedor" se transforma en una tragedia que hay que evitar a cualquier costo.

En esta empresa de subordinar el éxito a cualquier consideración, se suelen dañar los vínculos entre padres e hijos y con frecuencia, cuando el niño asimila la filosofía, desarrolla una actitud competitiva y trepadora, lo que termina haciéndole muy difícil la convivencia social.