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Opinión: Los Vínculos Madres-Hijas

Por Neva Milicic, sicóloga

Relacionarse bien con las hijas es, sin duda, una enorme aspiración de las madres, sin embargo parece no ser una tarea tan fácil.

La queja fundamental de las hijas sobre sus madres, en todas las generaciones, ha sido que ellas tienden a ser exageradamente sobreprotectoras y que ello marca una diferencia con sus hermanos.

Las madres, a su vez, reconocen y describen estos mecanismos como protectores y los justifican por los niveles de ansiedad que sienten ante posibles conductas de riesgo de las hijas, especialmente al llegar a la adolescencia.


Como en todas las relaciones, es importante no quedarse atrapado exclusivamente en los conflictos.

Es imprescindible preservar áreas en que se mantenga un vínculo nutritivo y de fortalecimiento, recalcando las competencias, no sólo para una buena interacción, sino porque es esencial para la construcción de la identidad personal.

La relación madres-hijas se ha complicado porque muchas madres postergaron la maternidad para tener mejores posibilidades de estudio y trabajo.

Así, no siempre conscientemente, ello crea altas expectativas en los logros de sus hijas. Las madres suelen esperar que sus hijas sean exitosas, inteligentes y lindas.

Esto constituye una presión sobre las niñas, las que sumadas a otras del medio, puede conducirlas a cuadros como trastornos de alimentación, depresiones y otros, al no sentirse capaces de llenar las expectativas maternas.

Las niñas están creciendo en un ambiente en que temas como la iniciación sexual, el consumo de alcohol y drogas aparecen más temprano, lo que angustia a las madres, quienes pueden sobrefocalizarse en prevenir estas conductas descuidando aspectos más nutritivos del vínculo, y ser percibidos por las hijas como falta de confianza.

Las madres suelen sentirse culpables y tener sentimientos de incompetencia por no construir relaciones armoniosas entre el afecto y la disciplina, y por la incapacidad de convencer a sus hijas de la necesidad del autocuidado.

La culpa, si bien es una emoción legítima, es necesario dosificarla, porque puede ser una ayuda o un obstáculo a la hora de relacionarse con los hijos.

Es positiva cuando permite visualizar comportamientos negativos y estimula a cambiarlos. Es negativa cuando no induce al cambio, es excesiva o paraliza.

Establecer relaciones fortalecedoras con la hija supone un vínculo mutuamente satisfactorio, con reciprocidad, aceptación mutua y respeto por los deberes y derechos de cada cual, así como autenticidad; en que haya espacio para los desacuerdos, pero sobre todo espacios para la validación.

Un estilo maternal caracterizado por afecto y apoyo parental, junto con normas claras y consistentes, permite a las hijas percibir que cuentan con niveles de autonomía, así como mantener espacios de relación fuera del área del conflicto puede ser favorecedor de los vínculos madre-hija.