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¿Se Puede Rediseñar el Cerebro?

Por Neva Milicic, sicóloga.

Es una pregunta que podría parecer extraña de ser formulada en una columna para padres, sin embargo esta interrogante es de la mayor relevancia, especial cuando hay niños que presenta algún problema neurológico que requiere rehabilitación, cualquiera sea la cuantía del déficit que experimente el niño o la niña.

El extraordinario libro “El cerebro se cambia a si mismo” del psicoanalista Norman Doidge, abre perspectivas inusitadas y sus planteamientos, modifican substancialmente, las antiguas premisas que concebían al cerebro como un órgano inmodificable.

Si el cerebro es una estructura que se puede modificar, las perspectivas que se abren, para la educación y la rehabilitación tanto en la infancia como en la vida adulta, son enormes.

Los trabajos de Michael Merzenich, quien es sin duda uno de los investigadores más reconocidos en el tema de la “neuroplasticidad cerebral” han sido pioneros en este campo.

EL concepto de neuro plasticidad, se refiere a como las áreas cerebrales encargadas de procesar la información pueden cambiar, agudizando la percepción, incrementando la memoria y aumentando la velocidad del pensamiento.

A partir de complejas investigaciones en el campo de la neuropsicología, se han desarrollado que tecnologías que pueden conseguir logros importantes, en niños con problemas tan diversos como las dificultades de aprendizaje en lectura, el autismo o problemas motores.

Basados en el concepto que el cerebro tiene niveles altos de plasticidad se han desarrollado programas informáticos como el “Fast for Word”, que con un formato de juego de niños y una duración entre 30 y 60 horas, que ha probado experimentalmente, ser eficiente en mejorar la capacidad cognitiva de las personas.

El planteamiento de este investigador es que cuando los procesos de aprendizaje se efectúan de manera consistente con las leyes que rigen el funcionamiento cerebral, se puede mejorar en cómo se percibe lográndose mayor precisión y rapidez, con lo que se obtiene una mayor retención de lo aprendido.

Cada persona según esta teoría tiene mapas mentales con los que funciona. Estos mapas que varían de una persona a otra, son dinámicos y son especialmente plásticos en la infancia, pero sin embargo conservan un importante grado de plasticidad en la vida adulta.

Aunque se reconoce la importancia de los momentos críticos para ciertos aprendizajes, como por ejemplo la enseñanza de un segundo idioma en la infancia, hasta los ocho años para la buena captación de las claves fonéticas, ello no constituye un obstáculo para el aprendizaje en los adultos.

Y más aún se estima que aprender idiomas en edades avanzadas, podría constituir una forma artificial de reabrir estos períodos críticos en los adultos, lo que ayudaría a mantener la plasticidad del cerebro.

Por ello el aprendizaje de un nuevo idioma se considera una estrategia preventiva para los posibles deterioros en la tercera edad.

A través de la activación de los ganglios basales con ejercicios especialmente diseñados, se podría ayudar a pacientes con daño cerebral a reaprender destrezas olvidadas.

El requisito es que las actividades propuestas atraigan la atención, porque el aprendizaje requiere que los niños y los adultos estén suficientemente atentos.

Los ejercicios aumentan la velocidad de procesamiento de la información y al hacerlo estimulan al cerebro a producir dopamina que refuerza la sensación de recompensa y acetilcolina que ayuda a sintonizar y agudizar los recuerdos.

El libro de Norman Doidge, citado al comienzo de esta columna, me permito recomendarlo especialmente a los padres y profesionales, que trabajan con niños que hacen parte del espectro autista o que presentan algún tipo de patología neurológica, ya que contiene información que es relevante para su rehabilitación.

También les sugiero visitar la página web de “posit science”, donde encontrarán material que les será de gran utilidad.

El rediseño del cerebro para lograr aprendizajes o situaciones adversas, solo es posible por la característica de neuroplastidad cerebral, que permite pensar que es posible lograr cambios y que deja abierto un camino esperanzador y lleno de potencialidades, para el aprendizaje de los niños, especialmente para aquellos que presentan alguna desventaja.